Allí donde te latía el nerviosismo
pusiste mi mano de idiota incrédulo;
tan rápido marcaba el ritmo del mismo
compás de tu viva vida tu mi péndulo.
"¡Por ti, por mí y por todos mis compañeros!"
gritó mi pena de perro abandonado
cuando toqué casa, palacio y tequieros
en tu corazoncito enamorado.
Y que tu corazón sea mi hogar,
un alma donde poder colgar mis prendas
cuando vuelva de con la vida luchar.
Que esa casa clara y cálida que engendras
me alumbre mis noches con tu mirar:
dos lunas de caramelo con almendras.