sábado, 16 de junio de 2012

La Divina Comedia: Bloomsday III

APOLO

12:45. Summer in the City. Pega el sol fuerte, pero no demasiado fuerte. Quejarse del sol es muy andaluz, pero resistirlo sea cuando sea lo es aún más. Casi no se ha alejado del portal del su abuelo pero ya le araña su piel blanca los aguijones de luz. Historial de cáncer de piel en la familia, él con su cutis de leche y aún así paseándose diariamente bajo un sol de justicia. La expresión "Sol de Justicia" siempre le ha fascinando. Se imagina al sol con una maza de madera mandando silencio en la sala, sentenciando criminales. Joyce pidiéndose una Cruzcampo. Tanta Guinnes ni tanta Guinnes. ¿Se pondrán los sombreros otra vez de moda? Sombrillas portables, pero no, en realidad meten un fuego en la cabeza demasiado potente.
En casa del abuelo se estaba fresquito. Antes de salir había ido al frigorífico y bebido media botella de agua helada para preparase para el viajecito. Hay que ir andando. Hay que ahorrar. Nada de bus. Sólo el coche de San Fernando. Aún así coge el bonobus y cinco euros para recargarlo. Siempre viene bien para una emergencia. Un vistazo rápido a la habitación. Nada más que llevarse excepto la mochila, que ya la lleva al hombro, con el ordenador dentro bien guardado y una bolsa de mano con la ropa. Mira bien. Unos cuantos libros por ahí, y unos cuantos DVD's de Shyamalan. Está shyamalizando a la chica estos días. También el gorro de Guinnes que consiguió en Saint Patrick. Apuntes. La guitarra española para no perder la práctica. Un disco duro. Todo sobre el escritorio para inyectar un poco de su mundo en la habitación donde duerme, antes de su tía y ahora suya. Parches de una vida.
Una vez en la calle camina a paso ligero. Le gusta andar y soporta el sol, pero tampoco es demasiado tonto y quiere llegar a casa antes de que los camellos salgan a pastar. Camina por la misma ruta que lleva recorriendo ya seis meses dos veces al día. Se la sabe de memoria, como Fernando Alonso se sabe los circuitos. Cierra los ojos. Sal. Derecha, izquierda, derecha, derecha, adelante, izquierda, adelante, derecha. Luego todo recto, no te salgas del camino y llegas en menos de 30 minutos.
Paciencia.
Hoy hay movimiento en la calle. Los bares están llenos. También las carreteras. El mercado de las Palmeritas está muy activo. Señoras salen con sus carros llenos, con el verde de las zanahorias saliendo por la tapa. Un chico pega un cartel en una farola. "Perro perdido". Vaya por dios. El olor de la lonja ha llegado en los camiones y llena el ambiente. Aquí está el mar, está la playa. Quiero sardinas, piensa.

El sol se le clava en los ojos. Retinas sufriendo. Habrá que sacar las gafas de sol, pero estarán perdidas en alguna parte de la mochila y no tiene ganas de pararse a rebuscar. Nada, nada, palante.
La resaca sigue ahí, jodiendo, palpitando, pero ya menos. Ya se hace soportable. Lo que le preocupa es que el calor la reactive si no llega pronto a casa y aún falta. Tiene que desviarse un poco de su ruta porque una miniexcavadora está levantando un tramo del carril-bici en la esquina del instituto Beatriz de Suabia. Piii, piiii, piiii. "Estás tan gordo que cuando andas hacia atrás se oye un pitido". Je. Michael Brian Bendis. ¿Es él quien hay que nombrar? La duda eterna. A la hora de citar a un personaje, ¿se le atribuye al personaje en sí o al autor? Se suele nombrar al autor, pero esto es inexacto. Un autor puede poner en boca de un personaje algo que el mismo rechaza. Ese personaje puede representar lo que uno más aborrece, por lo que es injusto que las opiniones de este aparezcan con el nombre del autor. Hay que procurar nombrar al personaje... Bueno, qué más da. Haced lo que os de la gana. Lo vais a hacer igualmente. Las citas las carga el diablo. Una frase cambia drásticamente dependiendo en qué contexto la saques a relucir y en qué circunsAAAH hostia copón. Puto perro de los cojones.
El perro sigue ladrando a su espalda. Pastor alemán. todos los días le ladra y le enseña los dientes y él aún no se ha acostumbrado.

En la Ronda del Tamarguillo apenas hay donde protegerse de Lorenzo. Se mete debajo de un árbol escuchimizado cerca del paso de cebra. Allí hay un negro vendiendo pañuelos, como cada día. Este tiene el valor de llevar una sudadera de manga larga y la capucha puesta. Qué cojones tan grandes. El semáforo se pone a pitar y Ale cruza ligero. Las bolsas que lleva se chocan entre ellas y su pierna. Un poco incómodo andar así, pero bueno. Pasa junto a las antiguas Regiones Devastadas. y se pregunta quién coño le puso ese nombre a la barriada.  "Tomás, vamos a construir ahí unas viviendas así modestas, ¿cómo las llamamos?" "Mmm, a ver, déjame pensar. Ah, hostia, sí ¡lo tengo! Llamémoslas Regiones Devastadas" "¡Tomás, lo has vuelto a hacer!". Tomás, Paco o Arturo Pimpón, lo mismo da. Sube la calle. El trecho por donde está pasando es el lugar que los dueños de perros prefieren para que sus mascotas vayan a hacer de vientre perruno. Con tanta cantidad y con tanto calor el olor es casi insoportable y Ale tiene que taparse la nariz con una mano. Un cani está allí con su perro-rata. No parece molestarle la peste. Estúpido cani. Perros llevando humanos con correas y sacándolos a cagar a la calle.
Es cierto. El calor irrita los nervios. La peste también. Ya está odiando al mundo. Acelera el paso.

Junto a la iglesia, decenas de personas bien vestidas. Ahora huele a perfumes y a colonias. Una boda. Es tiempo de bodas. Alex va a una hoy, Marta y Esteban van a otra también. Ahora estarán ellos bien vestidos y con sus respectivos adornos olfativos. Snif, snif. Hola, soy Jean-Baptiste Grenouille.

Ya está sudando. Nota la camiseta mojada en algunas partes y sueña con una piscina, con una ducha, con una playa, con un lago o un manguerazo. Podría gritar GOL y tirarme dentro de alguna fuente. Esa la excusa perfecta, nadie mira mal. Ya se ve el parque. Ya está junto a casa. ¿Dónde está su iPod? En alguna parte de la mochila, junto a las gafas de sol. Hace siglos que no lo escucha, Se cansó de la música. Necesita ruido ambiente, el sonido de la vida, sea ciudad, sea campo, sea gente gritando o niños diciendo burradas. Toda la música que necesita está en su cabeza y tiene la capacidad de escucharla cuando quiera. No recordarla, escucharla, reproducirla. Algo bueno de su cerebro. No todo van a ser cosas malas.

Dreamer, dreamer...
I'm walking out of your dream...

Recorre la rotonda y pasa junto a los vendedores de caracoles. Padre, hijo y nieto. Son los que cubren ese puesto. El resto de la familia están en otras zonas de Sevilla. Lo sabe porque su abuela se lo contó una vez. Gran familia de vendedores de caracoles. Qué mafioso. Una rubia alta y despampanante pasa junto a ellos. Guiri. ¿Alemana? Los de los caracoles la violan con los ojos. Uno de ellos se muerde el labio.
"Esa jaca no es de aquí", dice.
Ale no mira demasiado. Las ha visto mil veces mejores. Recuerda una vez con Bea en el metro y un cani que la miraba como su fuera a comérsela viva. No era lascivia, era casi psicopatía. Durante todo el viaje el tipo no le quitó ojo a ella y Ale no le quitó ojo al tipo. Se bajó en la misma parada que ellos y les siguió un rato. Él no le dijo nada a ella. Al cabo de un rato el cani desapareció, pero Ale no la dejó hasta que ella entró en el ascensor de su bloque.

Los soportales dan un poco de sombra. Solamente un poco, así que Alejandro camina ridículamente pegado a la pared. La cabeza le palpita. La resaca no se va. Pero ya está llegando y la visión de sus bloques le da valor. Una caminata por el desierto. Labios secos y agrietados, ampollas en la piel, la cara cuarteada. Agua, agua, Judá Ben-Hur.
Su casa está en una torre blanca. El color del bien está ahí alto, imponente, para recompensar su viaje. Arriba le espera sombra y agua. Aire acondicionado. Realmente no hace tanto calor, pero es andaluz y se queja por ello.