sábado, 16 de junio de 2012

La Divina Comedia: Bloomsday II

AUTÓLICO

Era el ascensor más lento del mundo. Alejandro y su abuelo opinaban lo mismo. Debería haber un sudoku, una sopa de letras o algo junto al botón de llamada. Y además era terriblemente estrecho.
"Abuelo, si no entras más yo no quepo".
"¿Qué?" preguntó la sordera.
"Que te eches pa allá".
Juan dio nos pasos cortos hacia un lado, arrinconándose junto a su reflejo en el espejo. Alejandro es un poco más alto que su abuelo, que sigue con la espalda bien erguida pese tener sobre los hombros más de ocho décadas de historia humana. Salud estupenda, con los momentos bajos que se pueden esperar a esa edad. Salud y longevidad vienen de parte de esa rama de la familia. Sobretodo longevidad. Se vio en el espejo junto a su abuelo, que hacía menos de 6 meses que enterró a su madre. 102 años. Si ella vivió eso, ¿hasta dónde vivirán los niños de hoy? Un mundo de tortugas. Las vidas se prolongan, se eterniza todo en un mundo que ama lo breve. Tienes 150 años para leer miles de microrrelatos.
En la calle pegaba fuerte el sol. Miró el reloj. Las 11:24. Broma mística.
"Ojú, hoy", dijo Juan.
"Sí".
"El Tiempo dijo que hoy va a hacer mucha calor".
"Bueno, como todos los días, ¿no?"
"No, hoy más".
Siempre es más, según él.

¡HOY NO COMEMOS!

El himno de España se escucha fuerte hoy. El bardo lo canta a pleno pulmón, recita los mismos versos una y otra vez.

HOY NO SE COME, NO.

El supermercado MAS está al doblar la esquina. En la puerta está él, el bardo, con su camisa roja de siempre, su pelo negro azabache salpicado de canas plata, tantas en la cabeza como en la barba. Tiene la barba cuidada y la ropa siempre limpia. Es el indigente más saneado que he visto. Me alegro por él, de verdad. Alejandro se alegra por él porque desde que tiene uso de razón y ha ido con sus abuelos a comprar ahí, ese hombre pide limosna diariamente en la puerta del local. Recuerda que hace años estaba peor. De rodillas, con ropa vieja y rota, la barba y el pelo largos y descuidados. Bárbol de otoño, de bosque violado por el capitalismo. Juan le ha dado limosna siempre. Le da la vuelta que le ha sobrado de la compra. Sea lo que sea. Un euro y treinta céntimos. Dos euros cuarenta. Setenta y ocho céntimos. Lo que sea y tenga. El bardo se alegra cada vez que lo ve.

¡HOY NO SE COMEEEEE!... ¡Buenos días, Juan!

"Buenos días", dijo Juan y entraron en el MAS. Alejandro le dejó que se agarrara del brazo para ayudarle a subir los cinco peldaños que tiene la escalera de acceso, mientras cerraba los ojos por el dolor que le provocaban los gritos del mendigo en su sistema auditivo resacoso. A mitad de camino empezó a darle las mismas instrucciones de todas las semanas:
"Yo ahora voy a sacar la lista donde tengo apuntado todo y tú buscas una cesta, pero no una cesta de las normales, tiene que ser la cesta esa que se arrastra para no tener que llevar la otra normal todo el tiempo cargando con ella. No, carro no, que es muy grande y llevamos poco. Cesta de esa con ruedas".
"A mí no me importa coger la cesta normal, abuelo".
"No, que pesa mucho. Tú la cesta con ruedas".
"Vale, vale".
Fue a por la cesta con ruedas, pero no quedaban. Todas las marías y marujas que hormigueaban el supermercado llevaban una y habían dejado únicamente las normales, como si fueran parias. Nadie las quería.

ESTAMOS AVIAAAAOOOOOOS

Cuando Juan le vio aparecer con una cesta normal se llevó las manos a la cabeza.
"¡Esa cesta no!"
"No queda otra, abuelo".
"Bueno, pues vaya, pue".
"No pasa nada, a mí no me pesa, yo voy bien con ella. Ala, dale palante".

ESTAMOS AVIAAAAAAAAAAAAOS

El recorrido era siempre el mismo. Cada sábado por la mañana la misma peregrinación entre las calles de productos que el ser humano necesita en este momento de su historia: papel higiénico (del más barato), natillas con galleta (imprescindible mirar la fecha de caducidad), yogurt (fecha de caducidad y no cometamos el error de la otra vez y llevarnos el blanco natural), ensaladilla con cangrejo Marca MAS (la fecha, la fecha, niño), siete peras (una al día), tres manzanas (para meter en el cajón del pan para que no se ponga duro)...
"Mira si está ahí el queso de García Vaquero, el curado".
"Voy".
"Mira la fecha de caducidad, ¿eh?"
"Sí, sí".
"¿Está?"
"No, está el semicurado".
"¿Y ese me gusta?"
"Yo te he visto comerlo, así que sí".
"Vale, échalo en la cesta, ¿pero es el que ya está cortado?"
"Sí".
"Vale, échalo".
... No puede faltar jamón cocido y queso fresco, ese que está tan fresco que ni es queso ni es nada, pero es el queso que le gustaba a Juan. Había que coger el brick de gazpacho y otro de salmorejo (imposible notar la diferencia entre el sabor de uno y de otro. Mismo tubo que desemboca en dos recipientes distintos, como la Duff de los Simpson). La ruta acaba siempre pasando por la última calle para coger el cartón de leche que tuviera la fecha de caducidad más lejana y el pan de molde rústico en las mismas condiciones. A Alejandro le gustaba colgarse la medalla de haber hecho cambiar de rutina a su abuelo y haberle iniciado en el magnifico mundo del pan rústico. Antes de que el chico se instalara con él, Juan solamente usaba un triste y ligero pan de molde blanco.

HOY NO SE COMEEEE NI MAÑANA TAMPOCOOOOO

Después de hacer las compras se dirigieron a la caja. No había mucha cola. Una pareja de ancianos estaba pasando sus cosas a la cinta transportadora. Un señor con brazos cruzados estaba después y luego Juan José y su nieto.
"Pepe, falta la harina", decía la anciana al anciano.
"Ahora se compra fuera".
"¿Fuera dónde, Pepe?"
"Afuera, leches".
"¿Pero afuera dónde, Pepe? No digas más tonterías. Niña, ¿a ónde está la harina?
"La harina está en la calle de la mitad", contestó la cajera alzando la palma de la mano para señalar en un movimiento extremadamente neonazi.
La anciana se fue en busca de su harina, el anciano siguió metiendo cosas en las bolsas y el señor de los brazos cruzados siguió con los brazos cruzados. De repente Juan tampoco estaba. Alejandro dejó la cesta en el suelo, detrás del señor de brazos cruzados y fue a buscarlo. Encontró a la anciana trasteando entre las estanterías, así como otros ancianos deambulando de aquí para allá, pero ni rastro del suyo. Volvió a la caja y allí estaba Juan.
"¿A dónde has ido?"
"No, a dónde has ido TÚ".
"A por fairy, que no nos queda".
"Ah, bueno".
"Niña, yo no encuentro la harina", dijo la anciana al volver de su expedición.
"Ahora la compramos fuera, tú", dijo el anciano.
"¿Afuera aonde, Pepe? Niña, ¿la harina dónde está?"
"En la calle de la mitad, señora", repitió la cajera con dulzura. Tal vez le recordaba a su abuela.
La anciana no desistió. Arrastró su andar crepuscular de nuevo a la calle de la mitad y dejó al resto parados. Pepe ya había metido todo en las bolsas y el señor de los brazos cruzados seguía con los brazos cruzados. Abuelo y nieto esperaban, pacientes. La paciencia es la clave para todo. La Paciencia es la clave para todo. La PACIENCIA es la clave para todo.
"Niña, yo no encuentro la harina", dijo al volver.
"Señora, la harina está en la calle que le he dicho".
"HOSTIA YA, ¿No ve que la mujer no encuentra la puñetera harina?", explotó el señor de los brazos cruzados. "Deje de marearla ya, coño, que hay más gente esperando. Joder ya".
Allí se incomodó hasta el silencio. La cajera cobró a la pareja de ancianos y luego atendió con el mentón clavado en el pecho al señor de los brazos cruzados, que pagó lo suyo y se marchó dando zapatazos en el suelo. Cuando les llegó el turno a ellos, la anciana reapareció y le dijo a la cajera.
"Muchacha, disculpa las molestias, no quería yo ponerte en esa situación, mujer".
"No, señora, no se preocupe, no pasa nada".
"Buenos días tengas, miarma".
"Que tenga buenos días, señora".
Buenos días también le dijeron ellos a la pobre trabajadora antes de irse del super. Alejandro cargaba las bolsas como buen mozo mientras Juan se acercó al bardo y le daba la vuelta de la compra en su cacharrito de plástico.
"Muchas gracias, Juan"

¡¡PUES ESTAMOS AVIAAAOS!!

"Hoy va a hacer calor. ¡Más que ayer!", dijo Juan José cuando estaban llegando al portal.
"Sí, y menos que mañana", bromeó Alejandro.
"¿Menos que mañana? ¿Mañana va a hacer más? No, si ya lo sabía yo... si es que la cosa está ya que no puede ser".
"Eso es así".
"Claro".
Le agarró del brazo para ayudarle a subir el escalón del portal y subieron a la casa. En el ascensor criaron aún más canas.