Nos encontramos en las Islas Molucas, donde hoy es día de juicio contra uno de los aldeanos.
Los hechos por los que el Acusado, cuyo nombre no será revelado por petición expresa de las autoridades, está frente al consejo de sabios de la tribu se remontan una semana antes. El Acusado formaba parte de un grupo de individuos que, como cada fin de semana, habían partido hacia el interior de la isla en busca de cabezas que cortar, como manda la tradición. Nada en la conducta de los cazadores de hombres hacía presagiar el terrible acto que estaba a punto de suceder.
Gracias a testigos presenciales, el incidente ha podido ser reproducido con exactitud.
Todo estaba en orden y la actividad estaba siendo llevada a cabo dentro de los márgenes legales, cuando divisaron a la primera presa del día: una mujer que se encontraba recolectado fruta de unos árboles muy cerca de su casa. Para no hacer ruido y así no delatar su posición, los cazadores se comunicaron por señas y dispusieron un cerco alrededor de la presa en forma de abanico, dejando en el centro al Acusado, de quien se comenta es el mejor recolector de cabezas de la región. Lentamente, el equipo fue avanzando por entre la maleza hasta estar lo suficientemente cerca de la mujer para lanzar el ataque, pero al mismo tiempo lo suficientemente lejos como para que ella no pudiera siquiera sentir su presencia. Cuando cada uno estuvo en su posición, el Acusado comenzó a acercarse poco a poco a la mujer, mientras levantaba el largo y afilado machete para asestarle el golpe mortal en la nuca. Entonces, sin que nadie pudiera evitarlo y pese al intenso entrenamiento y experiencia que el Acusado había recibido, la mujer repentinamente se dio la vuelta y sus ojos se encontraron con los de su recién convertido agresor. Desgraciadamente, el sujeto ya había comenzado a descargar el golpe cuando esto sucedió y no pudo hacer nada por evitar la muerte de la mujer.
Ahora, el consejo está reunido dentro de la choza principal, mientras el Acusado y los testigos esperan fuera. Los sabios salen al exterior y ocupan sus asientos alrededor del Acusado. Entonces, el anciano principal se levanta y habla:
“Las leyes son claras. El Acusado será procesado por homicidio involuntario. A continuación el consejo se retirará para evaluar cual será la condena, que procurará rebajar dado el historial tan competente del Acusado. Así, el juicio queda aplazado para dentro de una hora, momento en el cual toda la tribu, así como los familiares de la víctima, deberán estar presentes”.
El Acusado se pone en pie de un salto y grita:
“¡Fue un accidente! ¡Por favor! Deben entenderlo. Yo no quería matarla ¡Yo no quería matarla, sólo cortarle la cabeza! ¡Fue un accidente! ¡Pónganse en mi lugar, se lo suplico!”
Pero el consejo no quiso escucharle y se metió nuevamente en la choza. Y es que las leyes son claras. Si la víctima entabla contacto visual con su agresor, la cacería de cabezas pasa a considerarse asesinato.
Las leyes son claras.