viernes, 16 de abril de 2010

LA VENGANZA

Una casa de madera, tosca y rudimentaria, pero sólida y bien montada. Allí vive un Señor con Sombrero de Copa, que pasa las tardes sentado en el porche, viendo lloviznar sobre la alta hierba.
Ahora abre los ojos, recien despertado de una siesta involuntaria, y se encuentra con que ha dejado de caer aguanieve y el sol pega fuerte. Es el momento ideal para dar una vuelta, así que entra un segundo en casa para cojer su abrigo de caminar y se lanza a un largo paseo sin destino concreto.

Sus pies le llevan hasta los rápidos del río, cerca de la zona en la que tiempo atrás se dedicaba a buscar oro sin éxito.
"No malgastes tu tiempo. Allí no hay oro", le decían.
Y no habia.
O al menos él tampoco encontró nada.
Buscó y buscó durante años y nada de nada.
Lo que sí encontró un día fue un huesudo cadaver bajo un árbol, junto a un rifle y una nota escrita con sangre (pero con una sorprendentemente exquisita caligrafía).
"VENGA MI MUERTE Y RECIBIRÁS UN FABULOSO REGALO SORPRESA"

Sin más indicaciones, el Buscador de Oro con Sombrero de Copa no supo jamás resolver el misterio del cadaver. ¿Quién sería el asesino? ¿Cómo encontrarle si no había ni una sola pista que seguir ni investigar? Entre los huesos no había nada que señalara tampoco la identidad del fallecido. Así pués, no tenía ni idea de a quién tenía que vengar.
Avisó a las autoridades, quienes se llevaron los restos del desgraciado y lo enterraron en una fosa común junto a otros John Doe. El rifle y la nota se las quedó de recuerdo.

Años más tarde, habiendo acabado la fiebre del oro, se encontraba ganándose la vida como cocinero en un bar. Su especialidad era el filetón de ternera con salsa dulce y para probarlo venía gente de todas partes. Un día estaba a lo suyo, macerando filetes, cuando escuchó jaleo en el comedor. Cuando se asomó, vio a un hombre tirado en el suelo, con las manos en el cuello, que se ponía rojo por momentos, luego morado. El pobre diablo no había masticado adecuadamente y se había atragantado, muriendo con un extraordinario y audaz sabor a dulce y salado en el paladar.
Fue una tragedia para el local. Durante unos días se vieron obligados a cerrar, ya que a todos se les cortaba el apetito al recordar la escena del tipo asfixiandose y nadie quería comer allí. Se maldecía el Cocinero con Sombrero de Copa de su suerte cuando, una noche al volver a casa, se encontró con una gran caja envuelta con un lazo del que colgaba una tarjetita:
"GRACIAS"

Al abrir el paquete, se encontró con las escrituras del valle donde años antes había estado buscando oro, junto con cantidades ingentes de billetes de todos los colores.

Recuerda todo esto ahora el Señor con Sombrero de Copa, mientras mira el árbol donde se encontró tiempo atrás con los huesos misteriosos que le solucionaron la jubilación.
"Fíjate cómo es la vida", dice, hablando solo, y dándose la vuelta para volver a su casa de madera tosca y rudimentaria, pero sólida y bien montada, ahora que ha empezado a llover de nuevo.