Odessa, Texas.
Toy Place Pub.
21:34
‘Little John trajo su fusil a la misión, eso dicen, eso comentan, pero es mentira. Una sucia mentira. El Comandante sabe la verdad, pero si le preguntas, te dirá que “esa” es la verdad. Ya ves. Así están las cosas. Lo que pasó fue que Japón seguía dando por culo en el Pacífico Sur y el ejército americano mandó un grupo de élite a destruir unas cuantas torretas de comunicaciones que tenían repartidas por todas las islas de por allí. Tú sabes, solo por joder, ya que, sinceramente, no es que eso fuera a cambiar mucho la situación. Y por supuesto era una misión secreta... Pues uno de esos hombres enviados era Little John. Little John el valeroso. Le llaman valeroso ahora, antes no lo era. Y no lo era básicamente por dos razones: porque no lo era, joder, no lo era y porque no puedes ponerle el calificativo “valeroso” a un tío al que llaman “little”. De cualquier manera, la cosa marchó bien. Por un tiempo, al menos. El equipo reventó varias torretas en varias islas en un par de semanas y los japoneses perdieron tiempo en repararlas. Aunque no demasiado. Los chicos estaban contentos. El Comandante estaba contento. El alto mando estaba contento. Todos contentos. Incluso los japoneses lo estaban. Pero ellos lo estaban porque veían con placer y regocijo como nosotros destrozábamos torres de comunicaciones mientras ellos preparaban en secreto su gran Operación Mo. Un gran ataque que ninguno de los nuestros se olía. Ellos invadiendo países y nosotros haciendo sabotajes chapuceros. Como para no estar contentos. Ellos, me refiero’.
‘¿Y qué pinta Little John en todo esto?’
‘Pídeme otra cerveza, ¿quieres?’.