llamado el de hinchados cojones,
que se ve siempre falto de campus
para escapar de tantos mamones.
Dormitando me encontró el Diablo
quien señalándome a mí con el dedo
tembloroso, colorado, bastante pedo,
preguntó "¿con qué miserable hablo?"
"Conmigo mismo, chaval", respondí,
el Diablo cabrón de pecho rió en Do
y así un angelito apareció corriendo:
sucio, viejuno, asqueroso querubín.
Pregunté "Diablo, ¿pero qué coño es esto
que huele tanto a tonto y que de feo farda?,
¿acaso es bastardo de un divino incesto?"
"Mi pobre rapaz, deja que tu ironía arda,
pues este esperpento de nombre Ernesto
es tu acarajotadísimo Ángel de la Guarda".