Descúbranse, señores, su cabeza,
hagan una solemne reverencia,
póstrense con fuerte vehemencia
ante el león muerto de dura tristeza.
Recibió muerte por lanza y capote,
agonía por feo frío y fausto fuego,
ponzoña que quemó su santo ego
con veneno, lodo, sangre y chapapote.
Lloren ustedes, mis señores, mis señoras,
la muerte de uno de los más nobles leones:
guardaba a su dama siempre, a todas horas.
Ha muerto de amor hipócrita, Casa de Eros es,
donde las mujeres ya no quieren ser princesas
y los chicos sí echan de menos ser como héroes.